viernes, julio 28, 2006

El plantel de Nirvana desató toda su alegría en la intimidad del vestuario. Los jugadores le dedicaron el título y la vuelta a Don Corleone

Ese vestuario chorreaba alegría. Y algo más. Detrás de la puerta, entre llantos y botellazos de agua se escuchaba el “Dale campeón, dale campeón, dale campeón”. Y esa emoción tan tradicional en el rostro de los campeones, que ahora queda marcada en la historia nirvanense con el primer titulo que se logra. Luego de 5 años de intentos sin gloria por fin Nirvana pudo festejar el tan ansiado campeonato. Pero con otros actores, con otro escenario. No había tanta lágrima como podía suponerse. Se derramaron todas frente a Don Corleone. Voces tampoco quedaban. Las gargantas no podían con su genio. Los mafiosos escucharon el grito sagrado: “Un minuto de silencio, a Don Corleone que esta muerto…” Y el abrazo se hizo profundo e interminable.
Ese vestuario estaba despoblado. Apenas Tato paseándose en slip y con una sonrisa de huevo a huevo. No quedaba nadie más. El medico Rodríguez estaba shockeado, calladito en un rincón mientras en la otra punta, Junama, se cansaba de auto emularse y destacar su primer titulo como técnico. De a poco los jugadores iban llegando de una “algo más privada” vuelta olímpica. Para pocos. Para ellos.
Como seria el grado de excitación que, la cumbia santafesina apenas se escuchaba en un segundo plano. Pero la cuestión no era simplemente sonora. Las cámaras fotográficas le daban luz al vestuario y la cámara registraba todo lo que pasaba por en frente de la lente de la camcorder que tenia Gady en su poder, aun fuera de plano. Igual, la película, estaba en su mente. Los hits, en sus cuerdas vocales. Hubo de todo un poco. Desde el anónimo y popular “Don Corleone compadre la concha de tu madre, Don Corleone compadre la concha de tu madre, si queres dar la vuelta, no te quedes con ganas hay una calesita en el parque Lezama…” hasta los dedicados “Boron bon bon, boron bon bon, te fuiste solo, sos un cagón”.
En ese vestuario, los pibes seguían saltando. Juanma ya estaba de pie con la camiseta aurinegra desactualizada porque ahora le hace falta una estrellita arriba del escudo del club. Y agua, mucha agua. Lo bañaron feo pero poco le importaba. Algunos seguían sentados e irrecuperables: El ojón no paraba de cantar subido a un banquito, Tato hablaba de su revancha personal y que nunca dejo de creer en el equipo. Larguito hablaba y se quebraba, Pocho mostró que su porte de tipo serio se pierde en las buenas, Pato no dejaba de pensar en tanto sufrimiento en temporadas anteriores, Rulo le agradecía al plantel el apoyo, la presencia de Quique por medio de un teléfono celular (Fue padre de una hermosa nena, la cual se llama Catalina Estrampes, vino con la copita abajo del brazo)
La camioneta Caravan esperaba en la puerta, más triunfal que nunca. La fiesta terminaba en otra parte. El sufrimiento había acabado y la euforia estaba instalada. La emoción y el esfuerzo globalizan la alegría. Difícil diferenciar titulares y suplentes. Todos están en bolas, aun cuando las puertas se terminan de cerrar para una celebración intima con el cuerpo técnico y todos los dirigentes.
Chau campeón. Hasta la próxima. Si no te veo por un tiempo, nos encontramos en la copa. Allá a lo lejos, en una empapada pared, se podía leer en una bandera “Adriano el tiempo te dio la razón” y mas borroso se podía divisar un cartel que decía: “El esfuerzo comenzó hace mucho y hoy tiene que culminar con el logro del objetivo que ustedes se merecen: CAMPEONES”. Así termino.

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