
La gente de Nirvana arrancó este torneo con la intención primordial de consolidarse como equipo y mejorar la temporada anterior. Las dudas y las derrotas de certámenes anteriores se trastrocaron en victorias. Y llegó la punta. Entonces hubo que quitarse el disfraz de las pretensiones humildes y decir la verdad: se quería el titulo. Como siempre ocurre en el sueño del hincha de cualquier color. Y más en los que responden a las camisetas de los poderosos. Y mucho más si el club tiene demorado el grito.
Don Corleone resistía, se acercaba el final del primer tiempo. Era empate. Los puntos de ventaja en la tabla corrían peligro de extinción. Entonces nadie se acordó del paladar negro, ni del juego bonito, la exquisita particularidad autoproclamada. Había que ganar, de cualquier manera. De nada servían las goleadas anteriores, no estaba permitido equivocarse. Los murmullos lo denunciaban.
La tarde se presentaba negra. La pelota no quería entrar y el rival se apoderaba del balón e intentaba ser punzante y lastimoso. Los temibles Juanma y Larguito estaban controlados. Lichi y Salvi se esforzaban para ayudar a su equipo en ataque pero sus intenciones tenían resultados nulos. El capitán tardaba en recuperar el balón. Nirvana, el puntero, no divisaba la luz. Hasta que llego el desahogo en una carambola. Remate de Juanma, error del arquero, Larguito aprovecho y mando la pelota adentro del arco. Festejo aurinegro, en el campo y en las tribunas. El corazón del fútbol lo permite. En un instante se puede pasar de un largo desencanto al perdón que trae la felicidad. La victoria garantizaba la punta intocable.
Entonces, Nirvana que había sufrido con su flojo desempeño, de pronto se encontró con la ruta libre hacia el ansiado titulo de campeón. Cinco puntos a sus escoltas. Es mucho y solo restan dos fechas. Nunca hay garantías en el fútbol, claro. Afortunadamente.
Los números de la tabla lo confirman. Pero hay otras evidencias que justifican el liderazgo de Nirvana. Y que no dependen de alguna actuación fallida. Su vocación de ataque, los goles consecuentes y el esfuerzo y solidaridad brindado por el equipo. El brillo alternativo de alguna de sus figuras. Los resultados abultados y los no tanto. Y si los otros competidores ayudan, a la hora de la vuelta olímpica nadie recordara el fantasma de los subcampeonatos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario